¿LA SALUD TIENE QUE VER CON EL PODER Y LA PASION?


Las pasiones y el poder en la construcción de nuestro mundo subjetivo



Por Enrique Carpintero *(*)

Vamos a comenzar desarrollando algunas ideas de Spinoza en relación al cuerpo. Spinoza rompe con la perspectiva cartesiana que divide tajantemente el alma y el cuerpo. Spinoza establece una correspondencia entre el alma (que va a denominar espíritu para sacarla de las connotaciones religiosas) y el cuerpo que, luego plantearían desde otra perspectiva la psicosomática. Para Spinoza el cuerpo y el espíritu - utilizando su terminología- son dos modos de la existencia. El cuerpo es un modo en que se expresa la extensión, el espíritu es un modo en que se expresa el pensamiento. Si bien lo que le sucede a uno y al otro es, respectivamente autónomo hay una correspondencia entre ambos. Esta correspondencia presupone un paralelismo donde encontramos una identidad de conexión entre la serie del pensamiento (espíritu) y la serie de la extensión (cuerpo). Ninguna es superior a la otra. Hay una identidad de ser, ya que la misma modificación produce en el atributo pensamiento según el modo del espíritu y en el atributo extensión según el modo del cuerpo. Esto tiene consecuencias prácticas que rompe con la moral tradicional ya que todo lo que es acción en el cuerpo es acción en el alma y todo lo que es pasión en el alma también es pasión en el cuerpo. Por ello nos dice Spinoza en la Ética "El orden de las acciones y de las pasiones de nuestro cuerpo va, por naturaleza, a la par del orden de las acciones y pasiones del espíritu". Este paralelismo entre el espíritu y el cuerpo inaugura un paralelismo epistemológico entre la idea y su objeto.
De esta manera Spinoza no define un cuerpo y un espíritu por su forma, por sus órganos o por sus funciones. Tampoco los define como una substancia. Define un cuerpo y un pensamiento (espíritu) por el poder de afectar y ser afectados. Dicho de otra manera un cuerpo y un pensamiento se define por la relación con otros cuerpos y pensamientos dentro de una sociedad determinada.

En esta breve introducción a ciertas ideas de Spinoza sobre el cuerpo encontramos todo lo que pretendo desarrollar en esta exposición desde una perspectiva freudiana.
Defino el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. El carácter extenso del aparato psíquico es fundamental para Freud, ya que éste es el origen de la forma a priori del espacio. Dice Freud: "La espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato psíquico. Ninguna otra deducción es verosímil. En lugar de las condiciones a priori de Kant, nuestro aparato psíquico. Psique es extensa, nada sabe sobre eso".
En este sentido planteo que el cuerpo lo constituye un entramado de tres aparatos: el aparato psíquico, -con las leyes del proceso primario y secundario-; el aparato orgánico, con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología, y el aparato cultural, con las leyes económicas, políticas y sociales. Entre el aparato psíquico y el aparato orgánico hay una relación de contigüidad; en cambio entre estos y el aparato cultural va a existir una relación de inclusión. De esta manera, el organismo no sostiene a lo psíquico, ni la cultura esta sólo por fuera: el cuerpo se forma a partir del entramado de estos tres aparatos, donde la subjetividad se constituye en la intersubjetividad. Por ello, la cultura está en el sujeto y éste, a su vez, está en la cultura. Este cuerpo delimita un espacio subjetivo donde van a encontrarse los efectos del interjuego pulsional entre las pulsiones de vida y de muerte. Es decir entre las pulsiones de vida que tienden a la creatividad, a mayores ligazones sociales y las pulsiones de muerte que tienden a la destructividad. Allí la pulsión va a aparecer en la psique como deseo, en el organismo como erogeneidad y en la cultura como socialidad.
Es asi como entendemos que toda producción de subjetividad es corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Es decir, toda subjetividad da cuenta de la historia de un sujeto en el interior de un sistema de relaciones de producción.

Ahora bien, si en la época de Freud -sociedad victoriana- el paradigma de la sociedad era la represión sexual, en la actualidad el paradigma son los efectos destructivos y autodestructivos de la pulsión de muerte. Por ello nos encontramos con sintomatologías que predominan en esta época: depresión, anorexia, bulimia, sensación de vacío, adicciones, etc.
No es mi intención desarrollar todo la concepción de Freud acerca del aparato pulsional. Brevemente diremos que al desarrollar la idea de pulsión Freud encuentra un concepto para establecer el encuentro-separación entre lo psíquico y lo somático también entre el sujeto y la cultura. La pulsión es una energía que tiene una "fuente" en lo somático, una "meta" que es descargarse. Es decir la energía pulsional siempre debe descargarse: en forma directa, indirecta si se reprime o través de la sublimación que es transformar un objeto de la pulsión sexual en otro no sexual. También tiene un "objeto" que puede ser real o fantaseado y se caracteriza por el "esfuerzo" en tanto es una exigencia de trabajo. En la primera clasificación de las pulsiones Freud las divide en pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación. Es decir el Amor y el Hambre. En la segunda clasificación y definitiva las divide en pulsiones sexuales o Eros y pulsiones de muerte. Es decir, entre pulsiones de Vida y de muerte. Si en la primera clasificación lo real aparece en las pulsiones de autoconservación (el Hambre) en la segunda clasificación lo real parece por el lado de las pulsiones de muerte. La muerte es un real imposible de superar pero que -como veremos- produce efectos en la vida del sujeto.
Si la sexualidad se transforma en una pulsión es para sacarla del ámbito exclusivo de la genitalidad y abarcar todas las áreas del sujeto. En esta segunda clasificación de las pulsiones la sexualidad toma la forma del Eros, de la vida pero no para relativizar la sexualidad sino para indicarnos que esta abarca el conjunto de los fenómenos de la vida.
Podemos decir que Freud realiza el mismo desarrollo en relación a la muerte, en tanto ésta, al transformarse en una pulsión, no queda ceñida a la muerte real, definitiva -que por otro lado no es competencia del psicoanálisis- sino esta presente de entrada en todo sujeto humano. Ahora bien si la pulsión de muerte en tanto tal no puede estar representada en la vida psíquica se manifiesta a través de su unión o desunión con la pulsión de vida, con el Eros. La pulsión de muerte se representa en la compulsión a la repetición, es decir en esa tendencia del sujeto al sufrimiento, al dolor, al autocastigo, el fracaso al triunfar, a las expectativas catastróficas, al suicidio, esa insistencia por lo displacentero. En definitiva a Freud no le alcanza para explicar la violencia destructiva y autodestructiva del sujeto con la pulsión sexual por ello debe explicarlas dando cuenta de esa otra pulsión. De ese juego pulsional ente las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte. Como veremos esto explica el predominio en la cultura actual de sintomatologías donde predomina el efecto de la pulsión de muerte. Es decir de lo negativo.

Para Freud el término cultura remite al momento en que el ser humano se organiza en "comunidad", poniendo la naturaleza al servicio de satisfacer sus necesidades.
De esta manera, la cultura consistió en un proceso del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opuso -y se opone- como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Este es el malestar en la cultura como lo señaló Freud en un texto muy conocido. Es por ello que la cultura crea lo que denomino un espacio-soporte donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte.
De esta manera, podemos establecer la hipótesis de que el poder es consecuencia de este malestar en la cultura. Por ello las clases hegemónicas que ejercen el poder encuentran su fuente en la fuerza de la pulsión de muerte que, como violencia destructiva y autodestructiva, permite dominar al colectivo social. Ésta queda en el tejido social produciendo efectos que impiden generar una esperanza para transformar las condiciones de vida del conjunto de la población. En este sentido, es importante distinguir un poder que represente los intereses de una minoría de otro en manos de la mayoría de la población que permitirá desplazar los efectos de la pulsión de muerte. Esta situación es producto de condiciones económicas, políticas y sociales. Sin embargo desde que el mundo es mundo, a excepción de breves períodos históricos y en determinados países, existe una empresa dirigida desde el poder por los sectores dominantes para organizar el sometimiento de los pobres. Este hecho fue ocasionando contradicciones y tensiones que se han resuelto de diferentes maneras en cada momento histórico, ya que es imposible pretender que los seres humanos vivamos según el orden de un hormiguero o un panal. El objetivo es controlar la libertad y la condición pulsional del ser humano. Este poder no se agota en los aparatos del Estado, los grupos económicos, los partidos políticos y las instituciones sociales sino también -deberíamos decir fundamentalmente- se encuentra en cómo se relacionan los sujetos en la sociedad. Es aquí donde la visibilidad del poder se hace invisible. En la actual etapa del capitalismo mundializado nos encontramos con una cultura que, al no crear un
espacio-soporte, lleva a una comunidad destructiva. Una comunidad donde impera el "sálvese quién pueda". Una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro produciendo una metamorfosis del tejido social y ecológico cuyas consecuencias son imprevisibles para el futuro de la humanidad. Es aquí donde el poder construye una subjetividad basada en el sometimiento. Es decir en la sensación de que nada puede ser cambiado.

Si nos detenemos un momento para recapitular lo que venimos hablando podemos decir que la condición subjetiva del sujeto esta determinada por su cuerpo. Cuerpo que se estructura a partir de tres aparatos. En este sentido la subjetividad se encuentra en un "entre". Es decir entre el aparato psíquico y el aparato cultural. No la entendemos como pura "interioridad" desde una perspectiva subjetivista, ni tampoco pura exterioridad desde una perspectiva sociologista. Es en este "entre" donde Freud encuentra un concepto que nos permite dar cuenta de sus múltiples articulaciones: la pulsión. Es en ese interjuego pulsional entre las pulsiones de Vida (Eros) y de muerte donde se van a dar las manifestaciones de la vida. Pero también el lugar de encuentro entre la subjetividad y la cultura dominante. Es desde ese lugar donde la cultura dominante ejerce su poder ya no desde el exterior, sino desde nuestra propia interioridad.

Es aquí donde aparece el lugar de la pasión.
¿Qué es la pasión? Pasión es algo que el sujeto padece o sufre. Es un Exceso que compromete al sujeto enajenándolo y liberándolo a la vez. La pasión es la que actúa, la que hace y deshace de tal forma que el sujeto es siempre paciente o víctima. Esta destinado a
obrar según un designio que lo constituye. Por las propias características de la pasión esta dividida ya que encontramos una pasión que va en contra del sujeto, es antagonista y otra que va a su favor. Queremos y odiamos al mismo tiempo. Es en ese entramado del amor y del odio donde sentimos su propiedad. Queremos preservar nuestra potencia de ser -como diría Spinoza- pero también queremos nuestra propia autodestrucción. En este sentido la pasión puede ser esa fuerza "demoníaca" que Freud atribuye a la pulsión de muerte, en tanto compulsión a la repetición en tanto violencia destructiva y autodestructiva. O también puede ser esa fuerza necesaria para nuestra creatividad -entendiendo creatividad como sinónimo de vida, en el sentido Winicottiano del término- .
Dicho más claramente la pasión es la forma de manifestarse el deseo. El sujeto deseante es el sujeto pasional. Pero es en este deseo donde el sujeto se enfrenta con la lucha entre la fuerza de la pulsión de muerte y la fuerza de la pulsión de vida. Por ello uno no es dueño de sus pasiones. Dominar las pasiones equivale a suicidarse o morir en vida. Dejarse llevar por ellas a la locura de la violencia destructiva y autodestructiva. La alternativa es, desde la perspectiva de Spinoza, conocer racionalmente nuestras propias pasiones para enfrentar las pasiones tristes (el odio, la depresión, la melancolía, etc.) con la fuerza de las pasiones alegres (el amor, la solidaridad, etc.). Desde Freud la alternativa es hacer "consciente lo inconsciente" para enfrentar lo demoníaco de la pulsión de muerte con la fuerza de la pulsión de vida, del Eros. Es decir con nuestro deseo.
Ahora bien. No pensemos que unas pasiones son "malas" y otras son "buenas". Ambas son propias del sujeto humano. Ambas nos constituyen como humanos. Ambas permiten la locura del amor, del deseo, en definitiva de vivir. Recordemos lo que dice Spinoza: "Me he acostumbrado a considerar las pasiones humanas como el amor, el odio, la ira, la envidia, la ambición, la compasión y todas las otras alteraciones del ánimo no como fallas de la naturaleza humana, sino como propiedades de la misma, como algo que pertenece a su esencia, de manera análoga a como el calor, el frío, las tormentas y otros fenómenos similares -que si bien resultan incómodos son también necesarios y poseen causas definidas- forman parte de la naturaleza".

La filosofía de Spinoza plantea un proceso de liberación individual y colectiva que permite entender cómo pasar de la servidumbre a la libertad y de la impotencia al poder. La liberación individual, y por lo tanto ética, debe ser colectiva y política. Por ello nos dice Spinoza "nada es más útil al hombre que el hombre mismo". No formula una ética del "deber ser" sino una ética materialista del "poder ser." Obrar éticamente consiste en desarrollar el poder del sujeto y no en seguir un deber dictado desde el exterior. El ser de Spinoza es poder y potencia, no deber. Es así como la única libertad posible es el reconocimiento de la necesidad causal y dicha libertad no es un dato a priori, sino el resultado de un proceso de liberación que lo constituye como ético. Éste se realiza a través del conocimiento de las propias pasiones para realizar una utilización de éstas que la conviertan de pasiones tristes en pasiones alegres. De esta manera el objetivo de la liberación ética es pasar de las pasiones tristes a las pasiones alegres. Es decir, la razón que plantea Spinoza es una razón apasionada. En este sentido el juego de afinidades y tensiones entre Freud y Spinoza implica una preocupación central que incluye el pathos de la emancipación humana por medio del autoconocimiento. En Spinoza es el conocimiento racional de nuestras propias pasiones, en Freud, como decíamos anteriormente, "hacer consciente lo inconsciente". Freud lo hace con un objetivo terapéutico contra complejos y neurosis, Spinoza con un interés filosófico.
Para finalizar debemos decir que el amor y el odio. Las pasiones alegres y las pasiones tristes. En definitiva la vida y la muerte son con el cuerpo. Por ello nada mejor que recordar un texto de Eduardo Galeano.
La iglesia dice: el cuerpo es una culpa
La ciencia dice: el cuerpo es una máquina
La publicidad dice: el cuerpo es un negocio
El cuerpo dice: yo soy una fiesta
Creo que Galeano plantea con claridad la forma de enfrentar al poder: un cuerpo que desarrolle su potencia de ser. Un cuerpo que encuentre un lugar, una Topía para desarrollar su deseo y necesidades tanto en el plano individual, como familiar, grupal, institucional y social. Para ello es necesario encontrar un "nosotros". Es decir un "nosotros" basado en una esperanza para construir una política de lo que denomino "La alegría de lo necesario". Es decir, construir una política que permita una democracia basada en una distribución equitativa de los bienes materiales y no materiales.

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